14 de enero de 2013

La Anunciación


Mi mujer y yo nos queremos desde el respeto. Mi mujer y yo tenemos doce hijos. Mi mujer y yo, ante todo, somos buenos cristianos. Anoche, con los niños al fin dormidos, mientras veíamos la televisión amodorrados, interrumpieron el programa con un anuncio. Un presentador rubio y con alitas, informaba entonces con una sonrisa celeste que el Papa, nuestro Papa, se disponía a hablar al mundo. Al instante, desde Roma, Su Santidad lanzaba la buena nueva. Tras un preámbulo apocalíptico el Pontífice anunciaba en quince idiomas la llegada inminente de un nuevo Mesías. El encargado de salvar al mundo. El segundo Cordero de Dios. El definitivo. Dijo que, al aparecer, y según había revelado el Altísimo, se trataba del hijo adoptivo de un matrimonio formado por dos hombres: un cura y un catequista para ser exactos, hombres piadosos al fin y al cabo. También, y por la gracia de Dios, el pequeño había sido concebido de forma artificial, clonando células madres de una espía hebrea y un integrista afgano. Dicho esto, el Santo Padre bendijo al orbe. Toda la curia romana aplaudía satisfecha. San Marcos era un alboroto. Para celebrarlo, mi mujer y yo decidimos hacer el amor, pero entonces nos entró la duda de si ya era posible, o no, usar profilácticos.

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